Les cuento cosas:
A veces me cuesta explicarme. No porque no sepa lo que siento, sino porque lo que siento no cabe en una sola dirección. Vivo en dualidades y cada vez me convenzo más que casi todo lo humano también.
Soy esa que defiende ideas modernas, aunque por dentro me voy volviendo cada vez más clásica. No en lo político, sino en lo íntimo. Mientras afuera hablo de autonomía, adentro vivo de la nostalgia que me han dejado algunas cartas, del silencio del domingo en la mañana, de la idea de algún día volver a sentarme en los hombros de mis padres y del regocijo que me brinda la idea de vivir el resto de mis días con “el amor de mi vida”. Mientras celebro la fluidez y vivacidad de los tiempos actuales, hay una parte de mí que anhela estructuras, rituales, silencio. Soy la que cree que todo puede reinventarse y al mismo tiempo colecciono objetos que ya no sirven porque me recuerdan a alguien o algo que ya no existe.
Esta sensación de vivir de a polos me ha perseguido toda la vida. Soy bipolar, no en sentido clínico, sino conceptual: Soy una filósofa que trabaja con lo que algunos consideran una banalidad, soy una mujer que sueña con una casa de una sola planta y mucha luz natural para que el sol me vea bostezar, quiero una cocina con olor a pan pero también un escritorio con olor a poder. Soy la hija que no quiere tener hijos aunque me desviva por defender los derechos ajenos, soy una amiga que alienta a todos aunque dude mil veces de mi misma, soy pareja que cree en el siempre aunque sé que el amor es eterno mientras dura.
Creo que vivir en esta aldea global implica justamente eso: sostener opuestos sin que se anulen. No hay decisión que no tenga grietas, no hay postura sin matices, no hay certeza que no se tambalee, no hay yo sin un otro. Quizá porque en corta vida he aprendido que si todo se mira con suficiente atención raras veces es lo que parece. Hoy no escribo para revelar una conclusión, sólo tengo está confesión: nada es tan simple como para no ser complejo. Y hablo aquí de cualquier cosa, incluso de mi misma.
Y en este pensar que a veces me inunda, ha salido este poema:
Creí que quería un café
y terminé llorando por mi abuela.
Quise tomar una siesta
y me desperté cuestionando por qué estoy viva,
Pensé en escribir un mensaje corto
y redacté mas de cien poemas.
Creí que quería silencio
y terminé escuchando todos mis problemas.
No quería llorar
y terminé llorando por todo:
por lo que he vivido,
por lo que desconozco,
por lo que desapareció
y por lo que llegó.
Nada es tan simple como para no ser complejo,
se queman las tostadas,
uno se enamora de quien no debía,
la leche se enfría,
uno dice que no le pasa nada
aunque por dentro sienta la casa vacía.
Abrazo, Sof.
Bello ✨🙌
Bellisimo 🩷 que placer es leerte!